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martes, 27 de octubre de 2020

Pusilfáchime


Todos sabemos que ser facha no es fácil. Es una condición que no siempre se acepta o se comprende. Por un lado, se le aplica un sentido de equipo ganador al que muchos quieren sumarse, aunque no pertenezcan. Por otro tiene un sentido impeiorativo debido a la deformación del lenguaje coloquial. Sin en cambio, hay un aspecto del facha que es necesario para nuestra sociedad, tal y como está hoy derruida, formando parte de su rica y pobre pluralidad. El facha tiene la función de poder llevar a cabo grandes empresas, grandes investigaciones, grandes decisiones, grandes faltas de escrúpulos, grandes propagandas, grandes transformaciones mundiales… que necesitan grandes demostraciones de poder e inversiones de dinero como las que él posee, porque el capitalismo ya se encargó hace años de que las cooperativas, cajas de arrobos, crowfundings con aspiraciones sociales o juntaciones de dinero masivas, de personas de clase media y baja, nunca llegasen a funcionar, no nos vayamos a pensar que podríamos dejar de depender de los poderosos así como así. Luego, el rojo necesita al facha y el facha necesita a un montón de rojos que le trabajen y después le compren el producto que ellos mismos fabrican, cerrando de esta manera el círculo de la felicidad, cual Yin Yan Cara al Sol de La Internacional.

Si eres de la poquísima gente privilegiada que posee una mediana o gran fortuna, se entiende que tus preferencias políticas lleven muchos conservantes, y para defenderlas, te escudes en los valores tradicionales como el patriotismo, la religiosidad, la militaridad y el orden, la monarquía, la defensa de la familia y todo lo que lleve a la mayoría a pensar que es mejor dejar todo como está porque así funciona el mundo y así ha sido toda la vida, a estar todo el día intentado cambiarlo todo como un puto progre para mejorar un mundo que para ti ya es perfecto. Por tanto, es lógico que unas leyes que se preocupen por las necesidades de la mayoría a ti te acaben perjudicando, más si encima tienes empresas llenas de trabajadores que nunca están satisfechos y siempre te están jodiendo con la reivindicación de sus derechos pobres. Si le subes el sueldo a uno se lo vas a tener que subir a todos, y ahora con tanta presión del yihadismo feminazista en breve también a todas. ¡Vaya injusticia!, todo esto arruinará el hecho de que tu fortuna, que no te la podrías gastar ni en ochenta y siete vidas…, tenga que bajar terriblemente a ochenta y seis.

El color político de una persona, animal o cosa, en origen lo decidía su cartera, pero también influyen otros factores como la familia, la gente del entorno, el gimnasio, el equipo de fútbol, la educación o la ausencia de ella, etc. Aun así, hay muy poca gente que habiéndole ido muy bien en sus finanzas opte por defender una ideología que priorice los problemas de la clase media y baja. No se entiende que alguien que posea una gran fortuna, a excepción de algunos casos altruistas, o artistas, deportistas, etc., defienda ideas socialdemócratas, menos aún comunistas, o sea capaz de votar a Podemas, al POSE o al partido obrero izquierdoso de turno de su país, y, sin embargo, el caso contrario está instaladísimo en nuestra sociedad y lo aceptamos con normalidad como parte de la riqueza acultural de España y de todo el mundo civil y zado.

El Pusilfáchime u obrero de derechas es uno de los grandes problemas de la sociedad actual, porque además de estar creciendo cual vegetación invasiva que agota la riqueza y diversidad del terreno, ayuda a generar un conflicto de intereses para la clase media y baja incluido él mismo, ya que está regalando su confianza electoral a dirigentes que tienen una agenda de intereses totalmente distintos a los suyos, pero que saben enmascarar muy bien a través de un discurso que conecta con emociones básicas: miedo, patriotismo viejuno, transición a medias, cine de barrio, mirar al pasado con melancolía, haber ganado la guerra, somos los mejores, oeoeoe…, para que el pusilfáchime muerda una y otra vez el anzuelo de creer que forma parte de los vencedores y de algo más grande que él.

Si al mes ganas mil euros, cosa complicada hoy, por más que votes a un partido conservador, de centro, derecha, ultraderecha o ultraextremaderecha ultranazional, lamentamos comunicarte que no eres facha. De hecho, los fachas ilustres ni votan, porque son ellos los que, en realidad, toman las decisiones importantes de su país, que luego transmitirán a los políticos para que se ejecuten, independientemente del color político que esté de moda para esa temporada de gobernabilidad. Si te va bien y ganas tres mil al mes tampoco eres facha. Podría parecer que, si te penetras seis mil pavales al mes y hueles a Massimo Putti como tu Merdeces de segunda mano traído de Alemania a mitad de precio y rematriculado en tu país, ya empiezas a molar y saboreas el poder, pero, aun así, no… no eres facha. Un Real Fascist no tiene un sueldo al mes, contabiliza sus ganancias al año, siendo su mes más rancio el que sólo ha ingresado quince billetes de mil en sus multicuentas translúcidas y opacas, pero que no pasa nada, porque al mes siguiente cerrará un negocio que le aporcará cincuenta billetitos de mil más, para que la fiesta nunca pare... ¡Supéralo, si puedes!

¿Entonces ser facha es solo es una cuestión de dinero…?, ¡por supuesto que no! Además de tener unos ingresos muy por encima de la mayoría de los mortales, necesitas disponer de una agenda de contactos enriquecida con bellísimas personas, nobles campechanos y poderosos de primer orden. Sin los contactos adecuados, jamás obtendrás tu carné oficial de facha, porque no solo con dinero se escala en el mundo conservador del capital. Vas a tener que hacer muchos favores y pedir que te los hagan para mantener activo el mercadeo paralelo de influencias y rotura de las reglas del juego. Igual que el cauce de un río es el camino por dónde fluye el agua, las influencias son el camino por donde fluye la pasta, y si no influyes, no conoces a los que influyen, ni te has pegado las fiestas reglamentarías en yates, con un valor superior al PIB de Sudán y de color blanco como la nieve que rellena sus juntas, no eres más que una clase media acomodada y te toca conformarte con ir a votar como a los pobres, con una papeleta roñosa impresa por rojos sucios de tinta con papel de culo reciclado.

El necrocapitalismo liberal se siente más cómodo para campar a sus anchas con unas leyes conservadoras que sociales, e inspirándose en el magnífico trabajo de Goebbels ha ido creando mitos básicos que conectan con las emociones primitivas, capaces de ilusionar al facha pobre de manera sencilla y efectiva, para que la rueda economicopoderosa nunca pare.


Si les va bien a los grandes les irá bien a los pequeños.

La globalización nos demuestra que vivimos el momento de la historia en que mejor les va a los grandes y son más grandes que nunca, y eso no se traduce en que les esté yendo tan bien al resto. Lo que se está consiguiendo es que los medianos sean cada vez más, pero cada vez más pequeños, y condenando a los pequeños a vivir en condiciones infrahumanas o, en el peor de los casos, a desaparecer.  


El trabajo dignifica.

Si trabajas duro y te esfuerzas, tú, que eres un puto escombro, también puedes llegar a ser rico. Para motivar al gentío con esta engañosa idea se utilizan avatares como Arrancios Ortegas, Pacos Roiges, futbolistas, y tertulianos de televisiones de contenedor marrón a pleno sol en verano. Aunque tu realidad es que sigues trabajando en una fábrica de tornillos para sujetar tazas de váter partiéndote el llomello, para después de diez años solo haber conseguido ahorrar cinco mil monedas de euro que gastarás en un coche nuevo, porque después de tanto currar mereces darte un caprichito… y ahora ya sientes como has subido de categoría conduciendo tu Hyundaca Firer 1.6 japonés con los mismos extras que un Lamvargini pero que se estropean antes que los cedeses de electro latino desventado que te graba tu cuñado, con la alegría de que todas las averías se esperan juntas para eclosionar a los pocos meses de que haya pasado el periodo de garantía.


Creer que eres empresario por ser autónomo o tener un pequeño negocio, como o una ferretería o un bar de polígono.

En España los autónomos y las pequeñas y medianas empresas tienen una caducada legislación que redactó Jesucristo cuando era pequeño y solo tienes derecho a seguir sin enfermar nunca pagando impuestos siempre. Gobierne quien gobierne vas a estar en la mierda everytime, porque la izquierda también pasa de tu culo. No eres obrero ni tampoco patronal. Cuando en las noticias dicen que se va a aprobar una ley que favorecerá a los empresarios, no están hablando de ti, ¡asúmelo!, pues tu facturación anual es la calderilla que llevan la hermanas Koplovich cuando salen a tomar un cortadito de Kopi Luwak con caviar de esturión belga albino con sus amigas para contarse cosas de ricas. Te toca aceptar que eres invisible para la ingeniería fiscal.


Quien tiene dificultades económicas en su vida, se quedó sin trabajo o sin casa, le ocurrió porque es un vago y no le gusta trabajar, o porque es tonto y no hace bien las cosas.

Como obrero que es, el pusilfáchime suele tener buena predisposición para el trabajo, por lo que no entiende que alguien se queje de que le va mal sin aceptar previamente cualquier trabajo infrahumano de ocho horas por doscientos al mes que, por supuesto, ayudan poco o nada a arreglar su situación familiar. Es cierto que hay casos de gente que prefiere no trabajar, malvivir y tirar de ayudas cuando se las dan, pero eso no es vivir bien sin currar, es aceptar la indigencia, en la que la mayoría no querríamos vernos a cambio de no trabajar. La otra realidad es que cada vez hay más personas de clase media en riesgo de exclusión social gracias a la economía devastadora que aceptamos como algo imposible de cambiar, contribuyendo así a que mucha gente que no puede decidir siga navegando en la mierda cual copronauta después de catorce horas de jornada laboral. Mañana el excluido social podría ser el pusilfáchime o su cuñao. De hecho, las cárceles están llenas de fachas, españolistas y franquistas de clase ultra baja que estarían encantados de que gobernara alguien con más cojones que aún les metiera más caña.  


Despreciar al (supuestamente) inferior o diferente.

Fijar el objetivo en un enemigo común sobre el que descargar toda la agresividad irracional física y verbal ayuda a crear sensación de unidad. El obrero de derechas obtiene una erección del ego si tiene a alguien por debajo de él, de la misma manera que acepta estar por debajo de alguien. Si a mí me putean yo puteo. Así es la selección natural. La vida es dura y si naciste en el sitio equivocado ¡te jodes! Humillar y despreciar a colectivos que llevan años sufriendo la discriminación como homosexuales, mujeres, inmigrantes… se conoce que hace sentirse fuerte y superior al menos en algo, y así cerramos el circulo, volvemos a formar parte del equipo ganador y sabemos que nuestro país es el mejor.


Al pusilfáchime se le suele tachar de ser una persona ignorante debido a la incoherencia de defender unos ideales que van tan en contra de sus intereses. Esto en la mayoría de casos es así, aunque también hay algún caso de pusilfáchime bien preparado, estudiado y leído, pero por razones de la vida no llega a la dotación económica necesaria para fachear oficialmente (porque ganar mucha pasta, así como así, no es fácil cuando no partes de una gran suma), y le supera la necesidad de ser más de lo que realmente es. Por ello pone todo su micro poder y conocimiento al hecho de intentar no formar parte de los indignos obreros pobres, sucios, que huelen a queso y nunca llegaran a nada…, tal como finalmente le ocurrirá a él. Se siente de menos admirando a los que tienen de más a cualquier precio, cometiendo el error de solo fijarse en la parte material de la vida. Ese material facha que aquí quedará cuando su alma facha tenga que partir y solo se pueda llevar puesto lo que haya podido vivir y compartir.  

El auge mundial de pusilfáchimes se debe en gran parte a la frustración colectiva producida por la cantidad de veces que los pueblos han sido engañados por sus dirigentes de todo tipo de ideologías. Hoy, los partidos tradicionales de izquierdas, que se suponían defensores de los derechos de las clases obreras, medias y bajas, hace años que viven a varios pársecs de la incomodidad de la gente a la que representan y son incapaces ya de garantizar que sus necesidades sean atendidas, prestando más atención a los neolobbyes que son capaces de asegurar sus puestos privilegiados de por vida. La extrema derecha emergente en todo el mundo, ha sido muy hábil dándose cuenta de esta decepción política de tanta clase obrera y no duda en usar toda la maquinaria disponible para relamer sus conciencias. Así pues, entre el Big Data y las Fake News el facha pobre agotado con tanto estímulo, gigainformación y desilusión, lo tiene muy difícil para abandonar su condición de creer ser lo que no es y aceptar lo que realmente es.

A todos nos cuesta reconocer los errores que tantas veces comenten los políticos afines a nuestra ideología. Se ha hecho del discurso político un show con tanto poder que ha desbancado a la prensa rosa, viviendo en constante campaña electoral, en busca del zasca perfecto que agite las redes de este interminable partido de fútbol. Al final los pueblos siempre nos las apañamos para que nos gobierne una gente que no nos representa y que ni siquiera es capaz de reconocer que no son ellos los que gobiernan. Y no hay manera de romper estas malditas reglas del juego. Se confiaba mucho en los nuevos partidos obreros capaces de erradicar injusticias, pero nos tenemos que conformar con otra rebelión en la granja más que viviremos en diferido. Con menos credibilidad que el color de pelo, piel, y dientes de Trump, la ultraderecha se autoproclama como la única verdad capaz de realizar un cambio profundo en la estructura de un país y del mundo, cuando ni siquiera una pandemia mundial ha podido mover unos milímetros los cimientos de este sistema monolítico. Para conseguir la prosperidad de un pueblo el enfrentamiento no es una opción. Ninguna sociedad ha conseguido generar ningún gran avance con una población polarizada. Así que, solo nos queda desconectar de tanto ruido político que solo nos enfrenta sin mejorar ningún aspecto de nuestra vida (pues, ninguna conversación acalorada e insultívora de bar o redes mejoró jamás el más mínimo nada), confiar nuevamente en nuestra gente que tenemos cerca, en la vida sencilla a la que sí tenemos todoas acceso y en nuestras increíbles conciencias. Pero sin duda el cambio real que esperamos todos y cada uno de nuestros días es que por favor venga ya de una puta vez una buena invasión extraterrestre y nos quite a estos señordos de encima, aunque para ello nos toque cambiarlos por otros señores del mundo verdes. Tendremos por fin un cambio real, aunque solo sea de color.




jueves, 28 de septiembre de 2017

¿Indecendencia o Sobertiranía? 2


Capítulo Segundo: Sobertiranía

            Y al final Cataluña no se independizó. Gracias a la fuerte manipulación española a través de la presión mediática y el miedo Cataluña tuvo que rendirse ante España por la derrota sufrida en una guerra sin armas. Aunque las huestes más rancias y añorantes de dictaciones habrían gustado ver la salida de esos tanques tomando la ciudad, derrocando a un president con cara de quesito que pasaría a la historia como el vencido. Las tácticas modernas de guerra ya no utilizaban la obsoleta munición de plomo y pólvora. En ese momento eran las bombas de información y el terror guiado por la economía los que decidían el destino de las personas. Cataluña se vio obligada a seguir siendo a disgusto el socio que más dinero ponía en el presupuesto del pastel español, pero esta vez sabía que se quedaría con menos trozo. La hispanidad, ya que había ganado la guerra, no dudó en humillar otra vez a los derrotados como antaño, borrando con soberbia los signos distintivos de su cultura mientras se dibujaba un futuro con la lengua catalana extinta y sustituida por el más déspota castellano. España tras superar este duro desafío creció en confianza, reafirmó la Sobertiranía nacional de su territorio, mejoró su imagen en Europa y en el mundo, y experimentó el mayor crecimiento económico desde la transición. Don Mariano Rajoy se alzó como el presidente que, sin hacer nada, consiguió derrotar al enemigo secesionista catalán, acallando cualquier otro sentimiento nacionalista de otra Comunidad Autónoma que no fuera el sentimiento español. En las siguientes elecciones volvió a ganar el presidente Rajoy con mayoría absoluta sin apenas esfuerzo, como en tantas otras ocasiones, y, continuó ganando legislatura tras legislatura, e incluso cuando intentó jubilarse el pueblo convocó un referéndum pactado y vinyaculante para que se volviese a presentar. Por sucuesco, en el referéndum salió un rotundo sí y Don Mariano volvió a ganar las elecciones en plena senilidad de sus facultades. España totalmente unida y crecida ante su victoria y la admiración del resto del mundo empezó a recordar el imperio que fue siglos atrás, ese sentimiento le hizo rebuscar entre sus viejas derrotas castellanas la solución para curar sus antiguas heridas que no le permitían crecer y sin dudarlo decidió reconquistar Portugal. Perdió la guerra una vez, pero esto no volvería a suceder. España ya sabía cómo utilizar las tácticas modernas de invasión y propuso un referéndum para que Portugal se anexionara a España. Fue una carrera de fondo y un agotamiento informativo demoledor para los ciudadanos, pero al final los portugueses rendidos ante la Sobertiranía española se subyugaron al país que en el Medievo fue el mayor imperio del mundo. Tras haber reconquistado Cataluña y Portugal no había quien parase a España y pronto conquistó a Francia, Italia, Grecia, Alemania, Reino Unido y el norte de África. La que un día fuera Al Andalus, crecida ahora con sus victorias, fijó su objetivo en la reconquista de Latinoamérica, pues España siempre supo que ese territorio le pertenecía y este eternamente le debería el favor de haber sido descubierta para el resto del mundo. En pocos años China y Estados Unidos empezaron a temer a España y sus líderes temblaban como un flan cada vez que se encontraban en una reunión con Lord Rajoy, el gran presidente del Imperio Español, nombrado durante diez años seguidos como presidente más valorado en el mundo por la revista Cosmopolitan, además de obtener el premio Nobel de la Paz en dos ocasiones. El Imperio Español volvía a emerger, viviendo grandes años de bonanza. Pasaron las décadas y todo el mundo era un único país: España. Se colonizó la Luna que también era España. Se colonizó Marte y también era España. Vinieron al fin los extraterrestres a visitarnos y en pocos años, Ganimedes, Orión, Casiopea y las Pléyades eran España. Para ese entonces Rajoy ya había fallecido, pero continuaba estando en el poder pues había prestado un servicio tan grande a su patria que por votación popular en referéndum se decidió que fuera clonado antes de morir y tras morir su clon se hizo otro clon y así sucesivamente. Fue en la era de Rajoy VIII que media vía láctea era España y pese al esplendor del momento el seguía afligido por que a cada nuevo mundo que conquistaba aparecía otro nuevo, pareciendo una tarea imposible de terminar, sabiendo que él no podría ver cumplido el gran sueño de su padre el Rajoy original: ¡España una grande y libre! Redobló sus esfuerzos, sucedieron varios presidentes más y en pocos siglos todo el universo era España. Incluso varios universos paralelos fueron conquistados gracias a los avances de la tecnología de transporte cuántica. En el final de los tiempos España entró en un desdoblamiento espacio-temporal producido por la relatividad de su existencia en varios universos y dimensiones a la vez y fue entonces cuando Rajoy XXIII por fin pudo decir con la cara bien alta, contento y con orgullo ¡¡¡España una infinita y libre!!!



martes, 26 de septiembre de 2017

¿Indecendencia o Sobertiranía?


Llega otro martes más El Rincón del Neologismo. El Rincón ha permanecido en silencio durante un tiempo, ese silencio maestro que tanto nos ayuda a saber qué y cuándo decir. Mientras ha aprovechado para completar su metamorfosis de las redes de lo social a libro, a esa mariposa de hojas de papel que en breve verá la luz. Tantas cosas han pasado en el mundo durante este tiempo que apenas hay que usar la imaginación para tener algo que contar. Como siempre partiendo del humor y la reflexión quitémosle tantos yerros al asunto estrella con el que no nos paran de bombardear.

Capítulo primero: Indecendencia

            Y al final Cataluña se independizó. No fue gracias al 1 de octubre, este solo fue el acto que puso los problemas sobre la mesa desencadenando una gran respuesta social. Su independencia se obtuvo gracias a la consulta pactada y vinculante que se llevó a cabo un mes después, el 9 de noviembre, en honor al 9N, aunque este cayó en jueves. La votación en la que ganó el sí con un poco rotundo 53,7%, tuvo que ser arbitrada por una comisión europea ya que ni España ni Cataluña fueron capaces de generar dicha consulta con totales garantías democráticas. España, al perder a su mayor socio capitalista sufrió una grave depresión económica y le tocó reinventarse como país partiendo de lo viejo. La secesión produjo tal malestar social que forzó al país a la celebración de unas nuevas elecciones en las que, para sorpresa de todos, volvió a ganar Don Mariano Rajoy, sin mayoría absoluta y sin apenas hacer nada como en otras ocasiones. Apuró los recortes hasta el final y cuando no pudo tirar más de tijera se vio obligado a reestructurar profundamente el troquelado país. Humillado por la Indecendecia de Cataluña decidió prohibir la entrada de cualquier producto suyo en territorio español bajo pena de cárcel y altísimas multas, lo que fomentó el contrabando de calçots, butifarra, mongetes y cromos del Barça como economía sumergida de subsistencia. Don Mariano trasladó gran parte de la industria y las imprentas a Extremadura, ese terreno yermo e inexplorado que España tuvo tanto tiempo abandonado y que ahora parecía ser el nuevo mundo. Llegó  por fin a ser una Comunidad Autónoma reconocida, repoblada, llena de vida alegría, color y parques temáticos, y por fin fue construida su tan ansiada línea de AVE que la conectaba con la realidad. La producción de fuet y el embutido catalán se derivó a Andalucía para intentar también reactivar la economía de esa zona geográfica, aunque fue un gran fracaso, porque las altas temperaturas no permitían el secado óptimo que ofrecía la cordillera catalana y el aire del Montseny, así que se trasladó todo el proceso a Valladolid, un terreno con un clima más apto para competir con los productos estrella de la cultura catalana, y fue allí donde se pudo trabajar en una mejora de los ingredientes obteniendo un embutido con un sabor más facha y menos catalán. El bocado en la nuca a la cara del mapa de España le supuso varios años de recesión al país, pero al final salió adelante como de tantas otras crisis, gracias a la amplia experiencia rancioneoliberalista basada en el aprovechamiento máximo de cada recurso y gota de sudor de la frente de cada ciudadano español.
            Mientras tanto a Cataluña le iba muy bien. Pese a las predicciones negativas de los que se oponían a su Indecendecia, Cataluña fue consciente de que no hay nada mejor que administrarse uno solo sin tener que estar rindiendo cuentas a un socio con un gobierno déspota que, amparado por un incontable número de legislaturas seguidas, había perdido la comunicación total, pese a que ese socio siempre se excusaba apelando a que el fracaso de su relación matrimonial fue debido a la falta de diálogo. Pasaron varios años y Cataluña había crecido tanto económica y culturalmente que se puso a la cabeza de Europa junto a Alemania y Francia. Entonces Barcelona se dio cuenta de que las cosas  estaban yendo por un camino de progreso a cualquier precio que no era el que había elegido y al tiempo empezó a brotar en la ciudad un sentimiento de necesidad de independencia del resto del País Catalán. Cataluña no estaba dispuesta a repetir los hispanos errores del pasado y sin dudar se acordó una fecha para celebrar un referéndum para que su pueblo expresara su sentimiento. Barcelona se independizó. Todos estaban felices, España reinventada, Cataluña guiando a Europa y Barcelona libre de ataduras para convertirse en la ciudad más cosmopolita del planeta. La independencia era un símbolo de fertilidad paisística y de felicidad extrema. Hasta que en unas décadas llegó un malestar al fuero interno de muchos de los vecinos del barrio de Gracia. Sentían que ya no formaban parte de esa ciudad, sentían que había dejado de ser suya, agotados por la constante invasión de turistas. No tardaron en llegar las movilizaciones y como nadie quería volver a escuchar ni un atisbo de esbozo de ese rumor español del pasado, se pactó un referéndum y en una semana el barrio de Gracia pasó a ser otro país europeo más. Todo transcurría en la mayor armonía posible jamás soñada para una sociedad moderna. Se notaba como la independencia resaltaba los atributos de cada personalidad y reafirmaba las señas de identidad de cada localización geográfica y cultural, agudizando la diferencia entre acentos del catalán de cada país: Cataluña, Barcelona y Gracia. El extinto castellano apenas lo recordaba la gente mayor que vivió los duros años de la represión española. En Gracia todo era felicidad y júbilo hasta que, pasados unos años, se oscurecieron los corazones de la familia Tarradellas, dejaron de sentirse parte de Gracia. Hablaron con el presidente del país gracioso y la familia logró independizarse del barrio. Tarradellas creó su propia moneda, una lonchita de fuet metálica que equivalía a un euro, para seguir trabajando con Europa equitativamente sin tener que hacer demasiadas cuentas. Ser independiente era una delicia, todos estaban contentos mientras el mundo avanzaba. Entonces le llegó el turno al señor Tarradellas. El derecho de autodeterminación había sido un signo de felicidad y prosperidad en el último siglo. Tarradellas se independizó de su familia y formó su propio país, el primero regido por un federalismo individualista, la más avanzada disciplina política y filosófica que jamás alcanzaría el hombre. Porque en breve el hombre empezó a ser una unidad demasiado grande para ser gobernada y capaz de ponerse de acuerdo. Y así ocurrió. El brazo derecho del señor Tarradellas quiso ser libre y sin referéndum previo se autoproclamó independiente. Luego le siguieron la mano, un dedo, la falange distal, la uña, la roña de la uña, las sales de las partículas de sudor de la roña de la uña, los átomos de sodio de las sales del sudor de la roña de la uña, los electrones del átomo de sodio, las partículas subatómicas, el Bosón de Highs, la cuerda de energía de cada partícula... Europa se alzó con un número infinito de países con economías emergentes, identidades, culturas y acentos diferentes y una felicidad extrema que provocó las envidias de todos los antiguos países grandes que permanecían observando y torpemente unidos para siempre.