Todos sabemos que ser facha no es fácil. Es una condición que no siempre se acepta o se comprende. Por un lado, se le aplica un sentido de equipo ganador al que muchos quieren sumarse, aunque no pertenezcan. Por otro tiene un sentido impeiorativo debido a la deformación del lenguaje coloquial. Sin en cambio, hay un aspecto del facha que es necesario para nuestra sociedad, tal y como está hoy derruida, formando parte de su rica y pobre pluralidad. El facha tiene la función de poder llevar a cabo grandes empresas, grandes investigaciones, grandes decisiones, grandes faltas de escrúpulos, grandes propagandas, grandes transformaciones mundiales… que necesitan grandes demostraciones de poder e inversiones de dinero como las que él posee, porque el capitalismo ya se encargó hace años de que las cooperativas, cajas de arrobos, crowfundings con aspiraciones sociales o juntaciones de dinero masivas, de personas de clase media y baja, nunca llegasen a funcionar, no nos vayamos a pensar que podríamos dejar de depender de los poderosos así como así. Luego, el rojo necesita al facha y el facha necesita a un montón de rojos que le trabajen y después le compren el producto que ellos mismos fabrican, cerrando de esta manera el círculo de la felicidad, cual Yin Yan Cara al Sol de La Internacional.
Si eres de la poquísima gente privilegiada que posee una mediana
o gran fortuna, se entiende que tus preferencias políticas lleven muchos conservantes,
y para defenderlas, te escudes en los valores tradicionales como el
patriotismo, la religiosidad, la militaridad y el orden, la monarquía, la
defensa de la familia y todo lo que lleve a la mayoría a pensar que es mejor
dejar todo como está porque así funciona el mundo y así ha sido toda la vida, a
estar todo el día intentado cambiarlo todo como un puto progre para mejorar un
mundo que para ti ya es perfecto. Por tanto, es lógico que unas leyes que se preocupen
por las necesidades de la mayoría a ti te acaben perjudicando, más si
encima tienes empresas llenas de trabajadores que nunca están satisfechos y
siempre te están jodiendo con la reivindicación de sus derechos pobres. Si le
subes el sueldo a uno se lo vas a tener que subir a todos, y ahora con tanta
presión del yihadismo feminazista en breve también a todas. ¡Vaya injusticia!, todo
esto arruinará el hecho de que tu fortuna, que no te la podrías gastar ni en ochenta
y siete vidas…, tenga que bajar terriblemente a ochenta y seis.
El color político de una persona, animal o cosa, en origen
lo decidía su cartera, pero también influyen otros factores como la familia, la
gente del entorno, el gimnasio, el equipo de fútbol, la educación o la ausencia
de ella, etc. Aun así, hay muy poca gente que habiéndole ido muy bien en sus
finanzas opte por defender una ideología que priorice los problemas de la clase
media y baja. No se entiende que alguien que posea una gran fortuna, a
excepción de algunos casos altruistas, o artistas, deportistas, etc., defienda
ideas socialdemócratas, menos aún comunistas, o sea capaz de votar a Podemas, al POSE o al partido
obrero izquierdoso de turno de su país, y, sin embargo, el caso contrario está
instaladísimo en nuestra sociedad y lo aceptamos con normalidad como parte de
la riqueza acultural de España y de todo el mundo civil y zado.
El Pusilfáchime u obrero de derechas es uno de los grandes
problemas de la sociedad actual, porque además de estar creciendo cual
vegetación invasiva que agota la riqueza y diversidad del terreno, ayuda a generar
un conflicto de intereses para la clase media y baja incluido él mismo, ya que
está regalando su confianza electoral a dirigentes que tienen una agenda de intereses
totalmente distintos a los suyos, pero que saben enmascarar muy bien a través
de un discurso que conecta con emociones básicas: miedo, patriotismo viejuno,
transición a medias, cine de barrio, mirar al pasado con melancolía, haber
ganado la guerra, somos los mejores, oeoeoe…, para que el pusilfáchime muerda una
y otra vez el anzuelo de creer que forma parte de los vencedores y de algo más grande
que él.
Si al mes ganas mil euros, cosa complicada hoy, por más que
votes a un partido conservador, de centro, derecha, ultraderecha o
ultraextremaderecha ultranazional, lamentamos comunicarte que no eres facha. De
hecho, los fachas ilustres ni votan, porque son ellos los que, en realidad, toman
las decisiones importantes de su país, que luego transmitirán a los políticos
para que se ejecuten, independientemente del color político que esté de moda
para esa temporada de gobernabilidad. Si te va bien y ganas tres mil al mes tampoco
eres facha. Podría parecer que, si te penetras seis mil pavales al mes y hueles
a Massimo Putti como tu Merdeces de segunda mano traído de Alemania a mitad de
precio y rematriculado en tu país, ya empiezas a molar y saboreas el poder, pero,
aun así, no… no eres facha. Un Real Fascist no tiene un sueldo al mes, contabiliza
sus ganancias al año, siendo su mes más rancio el que sólo ha ingresado quince
billetes de mil en sus multicuentas translúcidas y opacas, pero que no pasa
nada, porque al mes siguiente cerrará un negocio que le aporcará cincuenta
billetitos de mil más, para que la fiesta nunca pare... ¡Supéralo, si puedes!
¿Entonces ser facha es solo es una cuestión de dinero…?, ¡por
supuesto que no! Además de tener unos ingresos muy por encima de la mayoría de los
mortales, necesitas disponer de una agenda de contactos enriquecida con bellísimas
personas, nobles campechanos y poderosos de primer orden. Sin los contactos
adecuados, jamás obtendrás tu carné oficial de facha, porque no solo con dinero
se escala en el mundo conservador del capital. Vas a tener que hacer muchos
favores y pedir que te los hagan para mantener activo el mercadeo paralelo de
influencias y rotura de las reglas del juego. Igual que el cauce de un río es
el camino por dónde fluye el agua, las influencias son el camino por donde
fluye la pasta, y si no influyes, no conoces a los que influyen, ni te has
pegado las fiestas reglamentarías en yates, con un valor superior al PIB de Sudán
y de color blanco como la nieve que rellena sus juntas, no eres más que una
clase media acomodada y te toca conformarte con ir a votar como a los pobres,
con una papeleta roñosa impresa por rojos sucios de tinta con papel de culo
reciclado.
El necrocapitalismo liberal se siente más cómodo para campar
a sus anchas con unas leyes conservadoras que sociales, e inspirándose en el
magnífico trabajo de Goebbels ha ido creando mitos básicos que conectan con las
emociones primitivas, capaces de ilusionar al facha pobre de manera sencilla y
efectiva, para que la rueda economicopoderosa nunca pare.
Si les va bien a los grandes les irá
bien a los pequeños.
La globalización nos demuestra que vivimos el momento de la
historia en que mejor les va a los grandes y son más grandes que nunca, y eso
no se traduce en que les esté yendo tan bien al resto. Lo que se está consiguiendo
es que los medianos sean cada vez más, pero cada vez más pequeños, y condenando
a los pequeños a vivir en condiciones infrahumanas o, en el peor de los casos,
a desaparecer.
El trabajo dignifica.
Si trabajas duro y te esfuerzas, tú, que eres un puto escombro,
también puedes llegar a ser rico. Para motivar al gentío con esta engañosa idea
se utilizan avatares como Arrancios Ortegas, Pacos Roiges, futbolistas, y
tertulianos de televisiones de contenedor marrón a pleno sol en verano. Aunque
tu realidad es que sigues trabajando en una fábrica de tornillos para sujetar
tazas de váter partiéndote el llomello, para después de diez años solo haber conseguido
ahorrar cinco mil monedas de euro que gastarás en un coche nuevo, porque
después de tanto currar mereces darte un caprichito… y ahora ya sientes como has
subido de categoría conduciendo tu Hyundaca Firer 1.6 japonés con los mismos
extras que un Lamvargini pero que se estropean antes que los cedeses de electro
latino desventado que te graba tu cuñado, con la alegría de que todas las
averías se esperan juntas para eclosionar a los pocos meses de que haya pasado
el periodo de garantía.
Creer que eres empresario por ser
autónomo o tener un pequeño negocio, como o una ferretería o un bar de
polígono.
En España los autónomos y las pequeñas y medianas empresas
tienen una caducada legislación que redactó Jesucristo cuando era pequeño y
solo tienes derecho a seguir sin enfermar nunca pagando impuestos siempre. Gobierne
quien gobierne vas a estar en la mierda everytime, porque la izquierda también
pasa de tu culo. No eres obrero ni tampoco patronal. Cuando en las noticias dicen
que se va a aprobar una ley que favorecerá a los empresarios, no están hablando
de ti, ¡asúmelo!, pues tu facturación anual es la calderilla que llevan la
hermanas Koplovich cuando salen a tomar un cortadito de Kopi Luwak con caviar
de esturión belga albino con sus amigas para contarse cosas de ricas. Te toca aceptar
que eres invisible para la ingeniería fiscal.
Quien tiene dificultades económicas en su
vida, se quedó sin trabajo o sin casa, le ocurrió porque es un vago y no le
gusta trabajar, o porque es tonto y no hace bien las cosas.
Como obrero que es, el pusilfáchime suele tener buena
predisposición para el trabajo, por lo que no entiende que alguien se queje de
que le va mal sin aceptar previamente cualquier trabajo infrahumano de ocho
horas por doscientos al mes que, por supuesto, ayudan poco o nada a arreglar su
situación familiar. Es cierto que hay casos de gente que prefiere no trabajar,
malvivir y tirar de ayudas cuando se las dan, pero eso no es vivir bien sin currar,
es aceptar la indigencia, en la que la mayoría no querríamos vernos a cambio de
no trabajar. La otra realidad es que cada vez hay más personas de clase media en
riesgo de exclusión social gracias a la economía devastadora que aceptamos como
algo imposible de cambiar, contribuyendo así a que mucha gente que no puede
decidir siga navegando en la mierda cual copronauta después de catorce horas de
jornada laboral. Mañana el excluido social podría ser el pusilfáchime o su
cuñao. De hecho, las cárceles están llenas de fachas, españolistas y
franquistas de clase ultra baja que estarían encantados de que gobernara
alguien con más cojones que aún les metiera más caña.
Despreciar al (supuestamente) inferior
o diferente.
Fijar el objetivo en un enemigo común sobre el que descargar
toda la agresividad irracional física y verbal ayuda a crear sensación de
unidad. El obrero de derechas obtiene una erección del ego si tiene a alguien
por debajo de él, de la misma manera que acepta estar por debajo de alguien. Si
a mí me putean yo puteo. Así es la selección natural. La vida es dura y si
naciste en el sitio equivocado ¡te jodes! Humillar y despreciar a colectivos
que llevan años sufriendo la discriminación como homosexuales, mujeres, inmigrantes…
se conoce que hace sentirse fuerte y superior al menos en algo, y así cerramos
el circulo, volvemos a formar parte del equipo ganador y sabemos que nuestro país
es el mejor.
Al pusilfáchime se le suele tachar de ser una persona
ignorante debido a la incoherencia de defender unos ideales que van tan en
contra de sus intereses. Esto en la mayoría de casos es así, aunque también hay
algún caso de pusilfáchime bien preparado, estudiado y leído, pero por razones
de la vida no llega a la dotación económica necesaria para fachear oficialmente
(porque ganar mucha pasta, así como así, no es fácil cuando no partes de una
gran suma), y le supera la necesidad de ser más de lo que realmente es. Por
ello pone todo su micro poder y conocimiento al hecho de intentar no formar
parte de los indignos obreros pobres, sucios, que huelen a queso y nunca llegaran
a nada…, tal como finalmente le ocurrirá a él. Se siente de menos admirando a
los que tienen de más a cualquier precio, cometiendo el error de solo fijarse
en la parte material de la vida. Ese material facha que aquí quedará cuando su
alma facha tenga que partir y solo se pueda llevar puesto lo que haya podido
vivir y compartir.
El auge mundial de pusilfáchimes se debe en gran parte a la frustración
colectiva producida por la cantidad de veces que los pueblos han sido engañados
por sus dirigentes de todo tipo de ideologías. Hoy, los partidos tradicionales
de izquierdas, que se suponían defensores de los derechos de las clases
obreras, medias y bajas, hace años que viven a varios pársecs de la incomodidad
de la gente a la que representan y son incapaces ya de garantizar que sus
necesidades sean atendidas, prestando más atención a los neolobbyes que son
capaces de asegurar sus puestos privilegiados de por vida. La extrema derecha
emergente en todo el mundo, ha sido muy hábil dándose cuenta de esta decepción política
de tanta clase obrera y no duda en usar toda la maquinaria disponible para
relamer sus conciencias. Así pues, entre el Big Data y las Fake News el facha
pobre agotado con tanto estímulo, gigainformación y desilusión, lo tiene muy
difícil para abandonar su condición de creer ser lo que no es y aceptar lo que
realmente es.
A todos nos cuesta reconocer los errores que tantas veces comenten los políticos afines a nuestra ideología. Se ha hecho del discurso político un show con tanto poder que ha desbancado a la prensa rosa, viviendo en constante campaña electoral, en busca del zasca perfecto que agite las redes de este interminable partido de fútbol. Al final los pueblos siempre nos las apañamos para que nos gobierne una gente que no nos representa y que ni siquiera es capaz de reconocer que no son ellos los que gobiernan. Y no hay manera de romper estas malditas reglas del juego. Se confiaba mucho en los nuevos partidos obreros capaces de erradicar injusticias, pero nos tenemos que conformar con otra rebelión en la granja más que viviremos en diferido. Con menos credibilidad que el color de pelo, piel, y dientes de Trump, la ultraderecha se autoproclama como la única verdad capaz de realizar un cambio profundo en la estructura de un país y del mundo, cuando ni siquiera una pandemia mundial ha podido mover unos milímetros los cimientos de este sistema monolítico. Para conseguir la prosperidad de un pueblo el enfrentamiento no es una opción. Ninguna sociedad ha conseguido generar ningún gran avance con una población polarizada. Así que, solo nos queda desconectar de tanto ruido político que solo nos enfrenta sin mejorar ningún aspecto de nuestra vida (pues, ninguna conversación acalorada e insultívora de bar o redes mejoró jamás el más mínimo nada), confiar nuevamente en nuestra gente que tenemos cerca, en la vida sencilla a la que sí tenemos todoas acceso y en nuestras increíbles conciencias. Pero sin duda el cambio real que esperamos todos y cada uno de nuestros días es que por favor venga ya de una puta vez una buena invasión extraterrestre y nos quite a estos señordos de encima, aunque para ello nos toque cambiarlos por otros señores del mundo verdes. Tendremos por fin un cambio real, aunque solo sea de color.